Afuera llovía, pero él se sentía bien. ‘Seguro son las pastillas nuevas’ pensó.
Su vida estaba tranquila, era la más normal de todas, a pesar de su reciente enfermedad y sus problemas. Todavía no se lo había contado a nadie, no había encontrado el momento adecuado, además, no le parecía importante, si al fin y al cabo todos se iban a morir en algún momento. Se levanto de un salto, y rio acordándose de la no che anterior, últimamente todo lo que hacía era salir y pasarla bien.
Anoche había querido ver a Alicia, pero no la encontró. Desde que estuvieron, no podía sacársela de la cabeza, y no sabía porque, por que había sido simplemente un ‘polvo’, y ‘polvos’ tenia con todo el mundo.
Se dirigió a la cocina y tomo leche del pico. ‘Simón, haceme el favor de tomar bien’ lo retó su madre.
Rió y se sirvió en un vaso para después sentarse en la mesa junto a su hermana menor. ‘Hola pendeja’ saludo cariñosamente y le besó al cabeza, a la cual ella respondió sacándole la lengua. Minutos después, su mente divagaba.
Su vista se había perdido en el cristal mojado y las nubes grises. Pensó en cómo se lo iba a decir a los chicos, y si realmente valía la pena hacerlo, y finalmente decidió que no. No iba a contarle a nadie, era su secreto. No quería que lo trataran de otra manera ni nada por el estilo, y mucho menos privarle las cosas. El era Simón, el que vivía de joda, el irresponsable e inmaduro que no se pierde una, pero así el era feliz, y quería seguir siéndolo.
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